"Ah, Sefarad".
Tuvo una desas sonrisas inolvidables cuando supo mi nacionalidad. Fue cálida y amable como sólo quien se ilumina por dentro sabe dibujar entre las comisuras de su boca. Y encender las candelas de sus negrísimos ojos.
Yo era camarero y le servía un plato y me hizo un hueco para que me sentase a comer. Me había levantado de en la que estaba, comiendo, para atenderlas a ellas. Era mi turno, pero el retrete estaba ocupado por mi compi de feina.
Les gustó mucho mi café.
viernes, 20 de abril de 2007
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