Vino como dibujo, abandonada mi mano a su suerte basada en su experiencia, que no la mía. Mi cabeza se ha girado hacia la ventana tratando -digo yo- de encontrarle continuación a esto que escribo. Si es lobo me come, qué más dará, me digo. A quién le importa, es que ni a mí, lo que la imbecilidad construye acumulando sedimentos sin sustraer. Nada, que no, ya estoy mejor.
La cosa es que, a veces, no todas, incluso algunas, funciona. Como si me saliese gratis la importancia que le se le dé. En su caso, que es mi caso, todo está plenamente justificado: mi metodología impone su propia carencia.
domingo, 10 de febrero de 2008
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