Siento tu pupila acerada chisporrotear a oscuras y por eso me preocupo por tu parca pitanza. Cuanto más brillan más te sobresalen los pómulos, esos que imagino beso. Leve piel sostiene el hueso. Rozo, rezo. Invoco y peco, toco y trasto. Rabioso. Ileso.
La impotencia te sume en la plena consciencia de lo irreparable. Y las lágrimas se vuelven tan frías que te distraes en contarlas. Treinta y una.
Pero atiende. No llevo pares.
sábado, 3 de marzo de 2007
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